La hipótesis
fijista fue considerada a partir del siglo XVIII con Carlos Linneo como
representante de la misma. Aceptada generalmente, esta teoría se fundaba en que
las especies se habían creado separadamente, sin graduación alguna y no se
admitía el origen común de los seres vivos. Más tarde Georges Cuvier defendería
esta postura, y no solo eso, le proporcionaría un argumento más para explicar
el origen de especies fósiles desaparecidas. Este argumento fue el del
catastrofismo que proponía la desaparición de las especies animales debido a
las grandes catástrofes globales que habrían sucedido en la historia. Esta
postura era, como se ve, muy aliada a las concepciones bíblicas que mencionaban
y siguen mencionando una creación especial del Demiurgo, mucho más si hablamos
de la especie humana.
El concepto
fijista, en todo caso, era mucho más respetuoso de las bases morales
establecidas. Sería en el siglo XIX con Darwin que esta tendencia conceptual se
revertiría para pasar a la otra polaridad, la teoría gradualista. Sin embargo,
muchas cosas quedarían en el tintero y sin resolver, una de ellas, la evidencia
fósil, a la que Darwin tomaría como a un obstáculo salvable de esta nueva
concepción teorica.
Lamentablemente
para Darwin y sus seguidores, las especies fósiles se caracterizan por la “estaticidad”, es decir ausencia de
cambio, y hay cantidad de ejemplos que lo confirman gracias a la existencia
de numerosos «fósiles vivientes» que
poseen una similitud enorme con respeto a sus antecesores prehistóricos. Los
recientes descubrimientos paleontológicos, fósiles en depósitos de principios
de la edad cenozoica en la cuenca del Bighorn, en Wyoming, nos han venido a
confirmar que:
“el registro fósil no documenta
convincentemente ni una sola transición de una especie a otra y, lo que es más,
las especies perduran durante periodos de tiempo extraordinariamente dilatados”1
Esto ha
planteado sin duda un problema de difícil solución, tanto como para ir
inmiscuyendo en la teoría evolucionista, modificaciones trascendentales. El
paleontólogo de la Universidad de Hawai y Manoa, Steven Stanley no ha dudado en
considerar un aumento progresivo en la velocidad de mutación genética,
recurriendo a mutaciones aleatorias
de “genes reguladores”, al verse en el aprieto de considerar la realidad del
descubrimiento fósil en la cuenca de Bighorn.
El problema
trascendental de la situación se debe a declaraciones del propio Darwin. Este decía,
que en los registros fósiles, se deberían hallar más especies intermedias que
especies establecidas y lo que a sucedido es todo lo contrario. Las especies
aparecen en el registro fósil repentinamente y desaparecen sin previo aviso,
después de haber durado millones de años. ¿Qué ha sucedido con esa especie?
Esto nos podrá traer a la memoria, por su gran similitud, la desaparición de grandes
civilizaciones, que de un momento a otro, no han dejado más rastros.
Por ejemplo,
durante un período de aproximadamente 3 mil años, los Mayas, ocuparon la zona
sureste de México, así como Guatemala, Honduras, el Salvador y Belice.
Estuvieron adelantados tanto en la agricultura, la astronomía y las
matemáticas. Aun así, su desaparición continua siendo un gran misterio para los
investigadores.
Troya, la
ciudad con influencias Persas, es otro
ejemplo de esplendor y desaparición, tal como si hubiese venido un huracán y se
los hubiese llevado. Los historiadores no se ponen de acuerdo en saber cuál es
la causa de la desaparición de tal civilización, algunos aluden a guerras
citando los versos de Homero, otros creen en catástrofes naturales.
Egipto, Roma
y Grecia también se encuentran dentro de las civilizaciones desaparecidas,
civilizaciónes que dejaron un arte distintivo con su propio género lirico, su género
dramático, su literatura, su poesía, su forma de comercio, su educación, su
religión y su idiosincrasia toda. En fin, cada civilización tuvo un modelo
propio, un orden en el cual se estableció un código para la expresión. ¿Podríamos
decir que esta organización con un espíritu distintivo, haya sido independiente
del lugar, el ámbito, y las circunstancias biológicas del lugar?
Es evidente
que no, dado que el abastecimiento, es de lo más importante para el desarrollo,
y el clima, no solo modera el carácter sino que es una expresión característica
del ambito, expresión que matiza cada cosa que crece, cada cosa que vive. Por
lo tanto, la naturaleza no ha sido una espectadora pasiva en el curso de las
civilizaciones, sino una compañera de camino, con la cual se ha interactuado y
se ha aprendido. En esto también coincide el etnólogo David Arnold en su conocido “paradigma
ambientalista” cuando nos dice: “Con
frecuencia, el ambientalismo ha ganado prominencia como mecanismo explicativo en épocas de ensanchamiento de
los horizontes geográficos o de intensificación de los contactos interétnicos a
resultas del comercio, la migración, la conquista y la colonización”2
En base a
esto, podríamos entonces advertir que el inicio, esplendor y ocaso de una
civilización están ligados al ambiente en forma total. ¿Qué significa esto?
pues nada más ni nada menos que un plan previsto con un tiempo estipulado para
la acción. Si uno contempla entonces el registro fósil y advierte que la misma
suerte de las especies la han sufrido nuestras civilizaciones de antaño, ¿cuánto
más tardaremos en admitir que tanto las razas, clases, especies y tipos, como
las civilizaciones, actúan piramidalmente con un pico en la parte física pero
un comienzo y un final en otro lugar?
Pero Darwin
no contaba con esta apreciación, como tampoco la tienen en cuenta los
paleontólogos de hoy, por más que traten de acercarse a concepciones más
abiertas. Aun así, y por más que miren a la teoría de “Transición Rápida” de
reojo y con cierto recelo, nadie los culparía en abrir los ojos en relación al
tremendo avance que ha desarrollado nuestra civilización, como para comparar esta
velocidad de cambio, con las repentinas apariciones de especies. Pues y aun sin
admitirlo, la teoría de Cuvier de las desapariciones por catastrofismo,
terminaran siendo, para aquellos que ya se están instalando en los renovados
asientos neo-darwinistas, una elección
que no podrán siquiera elegir dada su inevitabilidad.
Pero uno de
los mayores problemas del darwinismo actual, que todavía no hemos mencionado,
está concentrado en lo que se da a conocer como la “explosión cámbrica” que
sucedió aproximadamente hace 600 millones de años. La mayoría de los Filums
animales se encuentran en el registro fósil con el nombre de Burgess Shale aunque sin rastro alguno de los antecesores
evolutivos tan buscados por los darwinistas. En palabras de Philip Johnson:
“Investigaciones más recientes han
mostrado que los fósiles de la Pizarra Burgess incluyen unas 15 o 20 especies
que no pueden relacionarse con ningún grupo conocido y que probablemente
deberían clasificarse como fílums separados, así como muchas otras especies que
se ajustan dentro de un fílum existente pero que también exhiben unos planes
somáticos muy diferentes de todo lo que se sabe que existe después. La imagen
general de la historia de los animales es así un estallido de planes somáticos
generales seguidos por extinción. No evolucionaron nuevos fílums a partir de
entonces.”3
Debemos decir
a colación de esta cita, que después de 150 años de intensa búsqueda, no se ha
encontrado el Crustáceo Predicto que
Darwin intuyese como antecesor del Trilobites Cámbrico. Tal vez todavía lo
sigan buscando, quien sabe, siempre hay esperanzas, aunque la tendencia ahora
se ha volteado a un nuevo e hipotético ente: el Urbilateria, el cual sería el antecesor de los bilaterales
dotado de cabeza con fotoreceptores, tronco segmentado con “apéndices”, cola,
cerebro dorsal, cavidades celomáticas y gónadas seriadas con gonoducto, sistema
circulatorio y corazón.
Parece que la
imaginación no tiene límites para los darwinistas, negados en reconocer que asimismo
el yacimiento de Chengjiang que databa del Cámbrico inferior, con fósiles de
vertebrados, era una fiel confirmación de la estaticidad de las especies y de
la explosión cámbrica.
Notas:
1. Steven Stanley. El nuevo computo de la evolución. Cap.
El Registro Fósil. Ventana al Pasado.
2. Arnold, D.. La naturaleza como problema histórico. El medio, la cultura y la expansión de Europa,F.C.E., México D.F., 2000(1ª ed. Oxford y Cambridge 1996), la cita en pp.16-17.
3.Philip
Johnson. Proceso a Darwin. Cap. IV El Problema de los Fósiles
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